LA FAMILIA ROMANOV

LA FAMILIA ROMANOV ¿ALGUIEN VIVIÓ TRAS EL DECESO DEL ZAR NICOLÁS II? 

Fecha: 17 de Agosto del 2020  Autor@: Mariana Vázquez García

Familia Romanov.  Foto tomada de: Deutshe Welle


La familia Romanov por años fue causa de polémica,  miles de hipótesis de su destino y versiones diferentes que han sido material de películas, canciones y demás, sin embargo ahora se conoce mucho más de lo que sucedió con ellos y cómo es que se dieron las cosas. 

A continuación dejo parte de la información recopilada por un grupo de investigadores e historiadores enfocados en develar el misterio de los Romanov,  principalmente de corte Ruso-Español nos dicen lo que desde 1992 habían estado investigando para reconstruir los hechos sucedidos en aquellos días tan sofocantes como angustiosos para los siete miembros de la familia del Zar Nicolás II: su esposa la Zarina Alejandra Fiodorovna (nacida princesa Alix de Hesse y del Rin), y sus cinco hijos Olga, Tatiana, María, Anastasia y el zarévich Aleksei.  También anexo datos de Marie Stravlo, investigadora y escritora, autora de libros como “Estoy viva, memorias de la última Romanov” y “El icono Romanov perdido y el enigma de Anastasia”. 

HISTORIA “OFICIAL”

La versión “oficial” de la historia cuenta que en julio de 1918, casi 100 años atrás, Nicolás II y su familia fueron masacrados en el sótano de la Casa Ipatiev en Ekaterimburgo, junto con sus sirvientes. Habían llegado ahí en abril como prisioneros del Soviet de los Urales, tras un viacrucis de eventos inesperados que comenzaron con la llamada “Revolución de Febrero” de 1917. Ese infortunio fue una verdadera daga que se clavó en el corazón del zar, pues varios de sus tíos, primos y miembros de la nobleza apoyaron la creación de un gobierno provisional para cambiar el rumbo del país, eliminando a las personas que tomaban las decisiones en el gobierno desde San Petersburgo, mientras Nicolás se encontraba en el Cuartel General en Mogilev. A ello seguiría un hecho todavía más insólito y aun discutido: la abdicación forzada del emperador Nicolás II el 15 de marzo de ese mismo año. Así fue como terminó para siempre el poder que tenía el soberano, tras veintitrés años como autócrata de todas la Rusias. 

LA PRISIÓN DE LOS ROMANOV:

De regreso en San Petersburgo, el Zar y su familia pasaron unos meses de prisión domiciliaria en su palacio en Tarskoye Selo. Se iniciaron trámites para permitirles salir del país y vivir en el exilio. Inglaterra era la opción más favorable. Existió un plan bien elaborado, que los parientes en todas partes, recibieron con beneplácito. Se hicieron los preparativos para trasladarlos a Murnmask, en donde existía un puerto relativamente nuevo, llamado “Port Romanov-on-Murman”, construido durante la guerra e inaugurado en 1916. Bautizado en honor de la dinastía Romanov, fue el último pueblo fundado durante su reinado y ahí les esperaba un barco de la marina británica para transportarlos a cualquiera que fuera su destino. Incluso se sabe que fue cargado con muchas pertenencias, obras de arte, y otros tesoros de la familia que tenían no solo en Tsarkoye Selo, sino en los otros palacios que habitaban.

Pero finalmente el anhelado viaje no se concretó. La familia completa y varios de sus leales colaboradores y sirvientes fueron trasladados entonces a Tobolsk, una ciudad en Siberia, al este de los Urales. Al parecer la decisión la tomó Kerensky, el entonces Jefe del Gobierno provisional, en vista de que la vida de sus imperiales prisioneros podría peligrar.

Estando en Tobolsk el gobierno provisional fue eliminado por los insurrectos bolcheviques, que tomaron el control del país tras la Revolución de Octubre. Lenin, que había regresado en abril de ese año, se alzó con el poder, y el destino de Rusia cambió para siempre.

Palacio de Tarskoye Selo.  Foto tomada de: 101 viajes – Turismo en Tsarskoye Selo


EL YUGO DE LENIN

Cinco meses después, en marzo de 1918 Alemania firmaba la paz con Rusia mediante el famoso Tratado de Brest Litovsk. Ocasión que aprovecharon los alemanes para presionar a los bolcheviques y obtener la liberación de la familia imperial, pero también para abogar por la libertad de otros familiares por cuyas venas corría sangre alemana. Tras una estadía de varios meses ahí en Tobolsk, en donde el frío invernal es insoportable, y donde padecieron estoicamente la escasez de alimentos, los Romanov fueron trasladados en dos grupos a la ciudad de Ekaterimburgo, un centro minero y bastante cosmopolita para la época. Los alojaron en la que fuera la casa de habitación de un ingeniero y comerciante llamado Nicolás Ipatiev. Lo sucedido ahí en el día a día podría servir para llenar numerosas páginas, pero solo destacaremos que el día 4 de julio la guardia que los vigilaba a cargo de Alexander Avdeïev fue cambiada por otros guardas letones, miembros de la Cheka (policía secreta bolchevique) y como comandante fue nombrado el también chekista Jankel Yurovski. Durante una ceremonia religiosa oficiada por un cura ortodoxo ahí mismo, el domingo antes de la supuesta “masacre”, el sacerdote y su ayudante notaron muy cambiados a los miembros de la familia, tanto en su aspecto físico como en su actitud.

Unos días después, durante la noche del 16-17 de julio, ocurrieron los hechos que marcaron un antes y un después en esta historia. Todavía, a casi cien años de ocurridos los sucesos, sigue cargada de controversia ya que se han contado algunas verdades, pero también muchas mentiras o medias verdades.

Las versiones de lo ocurrido tanto por parte de Yurovsky, como por testimonios de otros guardas que supuestamente formaron parte del grupo homicida que exterminó a balazos y luego a bayonetazos a la sufrida familia, presentan muchas inconsistencias. Entonces, ¿qué pasó verdaderamente en Ekaterimburgo aquella calurosa noche del mes de julio de 1918?

Al día siguiente, en Moscú, mientras Lenin se encontraba reunido con los miembros de su gobierno, fue interrumpido por un telegrama recién recibido desde Ekaterimburgo que anunciaba la ejecución del Zar Nicolás II, pero informaba de que el resto de la familia había sido trasladada a un sitio seguro.

Lenin ni siquiera hizo una pausa para comentar con sus camaradas tan espeluznante informe. Solo pidió continuar con el siguiente punto en la agenda del día.

Lenin. Foto tomada de: Contacto Magazine 


EL FRÍO LENIN

Al día siguiente, otro telegrama fue enviado en el que pedía informar a Sverdlov, mano derecha de Lenin, de que la familia había corrido la misma suerte que la cabeza. “Oficialmente, la familia moriría durante la evacuación”, rezaba el comunicado. ¿A qué se refería cuando escribió “oficialmente”?

Yurovsky, jefe de la checa, tras deshacerse de los cuerpos en una operación llena de complicaciones y que le tomó muchísimas horas, partió el 18 hacia Moscú, llevando supuestamente pruebas escritas de una “conspiración” orquestada por gente leal al zar para rescatarlos, y que sirvió de excusa para justificar el regicidio.

Transportó también muchas maletas con artículos personales de la familia imperial. El 25 de julio, o sea, una semana después del magnicidio, Ekaterimburgo fue tomada por un Regimiento de soldados del Ejército Blanco contrarrevolucionario y, en muchos casos, pro zarista.

Las primeras investigaciones por parte de los Blancos para determinar lo sucedido a la familia Imperial dieron inicio casi inmediatamente. Primero fue una comisión militar, encabezada por Alexander Nametkin, delegado del tribunal civil. También participó el capitán Malinovski, de la misma comisión, quien dio un dictamen formalmente registrado en el que expresa sus dudas sobre unos restos encontrados en el pozo de una mina y atribuidos a la Familia Imperial y sus leales sirvientes.

¿VIVOS AÚN? 

Poco después, exactamente el 7 de agosto, veintiún días después de la desaparición de los Romanov, vendría el Juez Iván Sergeiev. Tras numerosas entrevistas realizadas, Sergeiev no estaba seguro de la verdadera suerte de la familia. Sí creía que alguien había sido asesinado en el sótano de la casa, pero no un grupo numeroso. Por otra parte, varios indicios sugerían que la familia todavía estaba con vida.

Nunca se encontró ninguna orden firmada por Lenin para ejecutar un regicidio en contra del antiguo soberano. Los historiadores dicen que la decisión de asesinarlos a todos fue tomada exclusivamente por Soviet de los Urales; pero siendo algo tan trascendente y tenebroso tendría que haberse girado una orden.

En este momento, entra en escena el rey Alfonso XIII con el objetivo de salvar la vida de sus augustos amigos y parientes. Esta palabra es clave para entender que, desde su tierra natal y a miles de kilómetros de donde se realizaban todos esos acontecimientos, don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena fue testigo y actor de un impresionante operativo a nivel diplomático y familiar, que ha sido contado a medias, pero que el mundo merece conocer.

No podemos aquí dejar de lado los trabajos presentados de manera prístina y detallada de autores como Melchor Fernández Almagro, Julián Cortés Cavanillas, Carlos Seco Serrano y otros más, quienes estudiaron a fondo la vida y obra de uno de los reyes más valientes y apreciados de España. Ellos dejaron plasmadas en las páginas de sus libros detalles inéditos e interesantes sobre un monarca irrepetible, que pasaron a la Historia.

LA MUERTE DE RASPUTÍN

“Desde la terrible y violenta muerte de Rasputín, de la cual se recibieron informes bastante precisos en el Palacio Real de Madrid y en el ministerio de Estado a través de nuestra embajada en Petrogrado, el rey Alfonso tuvo la sensación de que la guerra no tendría para Rusia un final victorioso y que las más dramáticas perspectivas se apuntaban para la familia imperial por la injusta popularidad que rodeaba a la zarina, en gran parte a causa de Rasputín, y a su nacionalidad alemana de origen y, en general, por los fermentos revolucionarios que hervían en todo el imperio”, concluía Cortés Cavanillas en su libro “Alfonso XIII y la guerra de 1914”. Para el mes de marzo de 1917 Villasinda enviaba informes completos y seguidos sobre todo lo acontecido en San Petersburgo y otras zonas en conflicto. Asimismo da cuenta en sus telegramas de la penosa situación en que se encontraba la familia de Nicolás II. Después de él vendría don Francisco Gutiérrez de Agüera y Bayo quien duró hasta que se mantuvo el gobierno provisional, también conocido como el “gobierno de Kerensky”.

La llegada del representante del novel gobierno provisional ruso a la corte española deparó al rey Alfonso XIII la oportunidad de abogar de manera oficial y pública en favor de los monarcas rusos destronados. Durante la ceremonia de entrega de credenciales como embajador, Nekliudov se refirió a la extraordinaria labor realizada por Alfonso XIII, llevando ayuda y consuelo a muchos soldados rusos que estaban prisioneros. El rey esperó a que terminara su intervención, y levantándose del trono se acercó al embajador y le dijo: “En su discurso ha aludido usted amablemente a la ayuda prestada por mí a sus prisioneros de guerra. Ahora permítame expresarle mi vivo interés por otros prisioneros. Me refiero al zar Nicolás y a su familia. Le ruego transmita a su Gobierno mi petición encarecida de que sean puestos en libertad.”

Grigori Rasputín.  Foto tomada de: Beers&Politics


LA TENSIÓN RUSIA-ESPAÑA

Podemos decir que todo el mes de marzo fue de mucha tensión para el soberano español. Las súplicas de su esposa y de otros parientes de los Romanov para que intercediera le motivaron a que no se contentara con solo la petición que hiciera a Nekliudov. Apeló entonces a la Corte inglesa –más enlazada por vínculos de sangre y de política con la Corte rusa– para que a su vez intentase poner a salvo al Zar. Y el embajador Hardinge le informó de que Londres se disponía a recibir a los Romanov, a petición de Kerensky. Como vimos anteriormente, esa posibilidad se esfumó y para el mes de abril los Romanov estaban prácticamente a la deriva en medio de un mar de incertidumbres.

Ocurrió además un hecho que merece la pena destacarse, ya que demuestra las buenas intenciones del monarca español, dejando a un lado las desavenencias y problemas familiares que pudieran existir, para poner el rescate de los parientes rusos por encima de todo.

El 10 de abril recibió un telegrama desde Viena, firmado por el Embajador en ese país, don Antonio de Castro Casaleiz, que le informaba lo siguiente: “Don Jaime me pide con insistencia eleve a V.M afectuoso y apremiante telegrama suyo, en el que sumamente alarmado por graves y malas noticias que dice tener del Emperador y de la Emperatriz de Rusia, pregunta si V.E. ha podido emplearse con energía para sacarlos de aquel país ayudado por Inglaterra, añadiendo que cree la cosa es urgente. No me he atrevido a negarme a esta humanitaria y piadosa pregunta que elevo en síntesis a V.M. deseando al hacerlo así merecer su benévola Alta aprobación.”

La respuesta al primo carlista no se hizo esperar. Con fecha 11 de abril don Alfonso le respondió a Castro: “Diga Don Jaime que me ocupé Emperadores Rusia hace quince días y creo por el momento toda gestión contraproducente. Aquí hay profundo disgusto hundimiento San Fulgencio a cañonazos en pleno día. Alfonso R.”

El documento anterior, junto con aproximadamente doscientos más, pertenecen a un expediente en el Archivo de la Gran Guerra, del Palacio Real de Madrid, que dice textualmente “Secretaría Particular de S.M. el Rey, Número 63.276-C. Nombre: Familia Imperial de Rusia. Gestiones de S.M. el Rey para hacerla salir de Rusia.” El primero en mencionarlo fue Julián Cortés Canvanillas, pero su verdadero aporte a esta historia proviene de las conversaciones que mantuvo este historiador con el rey mientras se encontraba en el exilio. La gran mayoría de documentos ahí son telegramas correspondientes al mes de marzo de 1917, luego están estos dos de abril y tres del mes de mayo. En el último, con fecha 25 de mayo, Villasinda reporta el grado de aislamiento en que se encuentran Nicolás II y su familia en Tsarskoe Selo, siendo prácticamente imposible hacer llegar a ellos ninguna comunicación.

Luego de una especie de salto en el tiempo aparecen unos cuantos telegramas fechados en agosto de 1918, entre los que cabe destacar una súplica al rey realizada por la Reina Olga de Grecia. Ella cuenta que su hija, quien se encuentra en Londres, pide ayuda para rescatar a su esposo y otros miembros de la familia Romanov que son prisioneros en San Petersburgo.

Ocurre aquí algo inesperado, cuando aparece un telegrama del rey Alfonso XIII a su homólogo de Inglaterra, fechado 7 de agosto de 1918: “Mary me telegrafía que ella estaría muy agradecida por cualquier asistencia yo pueda dar para salvar a la Familia Imperial Rusa. ¿Puedo contar con tu aprobación?”

Para ese entonces, se suponía que la Familia Imperial había sido asesinada. Pero el rey de España no mostraba asombro ante tal solicitud. Quizás en Londres ya sabían algo concreto sobre la suerte de la zarina y sus hijos; y que Alfonso XIII también estuviera enterado de otros acontecimientos por medio de la hermana de la zarina, la princesa Victoria de Battenberg. Ella, que además era cuñada de la princesa Beatriz del Reino Unido, la madre de Ena, y por ende tía política de la reina de España, fue otro de los personajes más activos y menos investigados (hasta ahora) de toda esta historia. Es obvio que debió haber escrito una carta al rey Alfonso XIII, puesto que este le contestó el 8 de agosto: “Carta recibida. He comenzado negociaciones para salvar Emperatriz e hijas, pues el zarévich parece que ha muerto. La propuesta es llevarlas a un país neutral bajo mi palabra de honor que ellas permanecerán ahí hasta el fin de la guerra. Espero que todos los soberanos se unan a mí. Te haré saber todas las noticias que reciba. Cariñosos saludos, Alfonso R. A ese telegrama le siguió un torrente más a los distintos soberanos en busca de apoyo.

La respuesta desde Londres fue muy significativa: “Te estaré extremadamente agradecido de que ejerzas toda la influencia de la forma que creas más eficaz con el objeto de librar a la Familia Imperial de Rusia de la deplorable situación en que se encuentra en este momento”. No solo eso, sino que recibió apoyo similar de reyes y gobiernos de toda Europa, de los Países Escandinavos, de Holanda y, lo que es más significativo, de Alemania.

Se desató una especie de euforia colectiva, de la que también daban cuenta los diarios de la época.

Según el Frendemblatt, de Hamburgo, los bolchevikistas acceden a dejar que se traslade a España la zarina Alejandra, viuda de Nicolás II, así como sus hijas.

Las negociaciones se han entablado con arreglo a las garantías reclamadas. Noticia publicada también en La Mañana, La Correspondencia Militar, La Época, La Vanguardia y El Siglo Futuro.

El 8 de agosto en el ABC aparecía este titular: “El Gobierno Ruso accede a que la Familia del zar venga a España”. La noticia, también haciendo eco de fuentes alemanas, aseguraba que los soviets habían consentido en el traslado y que las negociaciones marchaban por buen camino.

Desde Austria el primo Carlista también se puso en movimiento, utilizando sus contactos en San Petersburgo, Crimea y Varsovia. Algo grande debió haber logrado para que el rey Alfonso XIII le enviase el siguiente telegrama, con fecha 10 de agosto: “Te agradezco apoyo gestiones Familia Imperial. Te saluda tu primo. Alfonso R”.

Sabemos entonces que las intenciones del rey eran serias y sus acciones tuvieron un alcance muy vasto. ¿Sería posible que los bolcheviques se aprovecharan de su nobleza para lograr beneficios económicos, mientras ganaban tiempo para finalmente descubrir la verdad? Hay que recordar que Alfonso XIII tenía un gran número de personas trabajando para su causa humanitaria, entre los que se encontraban espías y personas agradecidas por su ayuda que estarían dispuestos a cualquier cosa con tal de retribuirle el favor realizado. Por otro lado, los demás monarcas contaban con sus redes de espionaje muy sofisticadas, especialmente Alemania e Inglaterra. No parece posible que Lenin y su gente fueran capaces de manipular a tantos personajes históricos y prolongar durante meses ese juego. Pero al parecer eso es lo que la mayoría de las personas creen o les han hecho creer.

A partir del 11 de agosto entró otro gran participante en esa vertiginosa carrera para liberar a los Romanov. Cada cual movía las piezas que podía en una especie de tablero de ajedrez invisible pero perceptible. Los reyes se movían cautelosamente, siguiendo los canales más tradicionales y seguros. Las reinas, al igual que en el juego de ajedrez, demostraban su poder y libertad moviéndose como fuera y por donde fuera necesario. El fin justificaba los medios.


LA INVESTIGACIÓN QUE DIO CON RESTOS ROMANOV

Después de décadas de misterio, el Comité de Instrucción de Rusia concluyó que encontraron los huesos y restos de los hijos de Nicolás II y su familia. La familia imperial fue ejecutada durante la revolución rusa.

Los peritajes realizados a los restos humanos hallados en 2007 cerca de la ciudad rusa de Yekaterimburgo (en los Urales) confirmaron que estos pertenecen a los hijos del último zar de Rusia, Nicolás II, la gran princesa María y el heredero de la corona Alexéi, informó este viernes (17.07.2020) el Comité de Instrucción de Rusia.  

"De acuerdo con los resultados de unos análisis genéticos moleculares, los restos de dos personas, hallados en el verano de 2007 (...) pertenecen a los hijos de Nicolás II y Alejandra Románova", declaró una portavoz de la investigación al periódico "Izvestia".  

Sótano de la casa Ipátiev tras la ejecución de los Romanov.  Tomada de: National Geographic

Los cuerpos no fueron destruidos con ácido sulfúrico. 

Sin embargo, el reducido número de restos óseos hallados en el lugar hace pensar que no muy lejos del mismo sitio podrían encontrarse uno o más lugares de sepultura de otros miembros de la familia real. "Nuestros experimentos desmintieron la versión de que los cuerpos de las víctimas fueron destruidos con ácido sulfúrico y quemados", aseveró la entidad investigadora.  

REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Nicolás II, su esposa y sus cinco hijos fueron ejecutados por los bolcheviques el 17 de julio de 1918, en medio de la guerra civil que había estallado en Rusia tras la Revolución de Octubre de 1917, en un sótano de la casa Ipátiev en Yekaterimburgo.  

Los restos atribuidos al último zar de Rusia, su esposa y tres hijos fueron hallados en 1991 y sepultados en la Catedral de San Pedro y San Pablo en 1998, en presencia del entonces presidente ruso, Borís Yeltsin.  

En 2007, en un bosque cerca de Yekaterimburgo fueron encontrados otros restos óseos, que, presuntamente, pertenecen a Alexéi y María Romanov, hallazgo que obligó de nuevo a reabrir la investigación sobre el caso y exhumar los restos de la familia imperial.  

El representante de la Casa Imperial Románov, Alexandr Zakátov, destacó por su parte que la duquesa María, actual cabeza de la Casa Imperial, no tomará ninguna decisión referente al reconocimiento de los restos de los hijos de Nicolás II mientras la Iglesia Ortodoxa rusa no se pronuncie al respecto.  


En conclusión, esta investigación aún no da una verdad absoluta,  y si bien ya han encontrado restos que adjudican a estos miembros de la desaparecida familia real rusa, aún es un misterio su verdadero desenlace aunque por mi parte tras todo lo investigado y las pocas probabilidades de supervivencia de alguno de los miembros de esta familia,  me atrevo a decir que lo más factible es que en realidad nadie de los siete miembros de la familia quedara vivo. 


FUENTES:

National Geographic (19 de Marzo de 2019) el final de los romanov: asesinato de los últimos zares de Rusia . 

El Español (s. f)  El misterio de los Romanov: ¿consiguió Alfonso XIII traer a la zarina y sus cinco hijos a España?

D. W (18 de Julio de 2020) “Familia Romanov: confirman autenticidad de restos de hijos del último zar de Rusia”




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